El Parque de Doña Casilda: Jardín de Historias

El Parque de Doña Casilda: Jardín de Historias

Me llamo Twist, y soy un buscador de secretos en las ciudades que visito. Hoy, os invito a acompañarme en una aventura por el corazón de Bilbao, en el Parque de Doña Casilda. Este lugar, lleno de historia y enigmas, esconde más de lo que a simple vista se puede ver. Como cronista de secretos, mi misión es desvelar lo oculto y compartirlo con vosotros.

El Susurro de los Árboles

En una mañana nublada, me adentré en el Parque de Doña Casilda, un oasis verde en medio de la bulliciosa ciudad de Bilbao. Los árboles, altos y majestuosos, parecían susurrar historias del pasado. Caminando por los senderos, me encontré con una estatua de Casilda Iturrizar, la benefactora que donó estos terrenos. Su mirada de piedra parecía seguirme, como si quisiera contarme un secreto.


Mientras exploraba, noté un viejo banco de madera, desgastado por el tiempo. Al sentarme, sentí una extraña vibración bajo mis pies. Curioso, me incliné y descubrí una pequeña trampilla oculta entre las raíces de un árbol cercano. La abrí con cuidado, revelando un túnel oscuro que se adentraba en las entrañas del parque.

El Laberinto Subterráneo

Con una linterna en mano, decidí aventurarme en el túnel. El aire era fresco y húmedo, y el eco de mis pasos resonaba en las paredes de piedra. A medida que avanzaba, encontré inscripciones en las paredes, símbolos antiguos que no lograba descifrar. Sin embargo, uno de ellos me resultó familiar: un emblema que había visto en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, situado cerca del parque.

El túnel se bifurcaba en varias direcciones, formando un laberinto subterráneo. Cada camino parecía llevar a un rincón diferente del parque, como si estuviera diseñado para proteger algo valioso. Seguí mi instinto y tomé el camino que descendía más profundamente, guiado por un leve resplandor al final del pasillo.


Al llegar, me encontré en una cámara amplia, iluminada por una luz tenue que emanaba de un cristal en el centro. Al acercarme, noté que el cristal contenía una imagen en movimiento: una representación del parque tal como era hace siglos, con figuras que se movían y hablaban en silencio. Era como si el cristal guardara la memoria viva del lugar.

El Legado de Casilda

Fascinado por el descubrimiento, me di cuenta de que el cristal era el corazón del parque, un legado dejado por Casilda Iturrizar para preservar la historia de Bilbao. Comprendí que el parque no solo era un espacio de recreo, sino un guardián de la memoria de la ciudad, un lugar donde el pasado y el presente se entrelazaban.

Decidí regresar a la superficie, llevando conmigo el conocimiento de este secreto. Al salir del túnel, el sol comenzaba a asomarse entre las nubes, iluminando el parque con una luz dorada. Me senté de nuevo en el banco, reflexionando sobre lo que había descubierto. El Parque de Doña Casilda era más que un simple parque; era un testimonio de la generosidad de su benefactora y un recordatorio de la rica historia de Bilbao.


Con el corazón lleno de gratitud, me levanté y me dirigí hacia la salida del parque, prometiéndome regresar algún día para explorar más de sus secretos. Mientras caminaba, sentí que la estatua de Casilda me sonreía, como si aprobara mi descubrimiento.

Así concluye esta aventura, pero el mundo está lleno de lugares esperando ser descubiertos. Os invito a acompañarme en futuras exploraciones, donde juntos desvelaremos los secretos que las ciudades guardan celosamente.

Hasta la próxima, amigos.

Soy Twist, el cronista de secretos.

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